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miércoles, 24 de septiembre de 2008

LA INICIACIÓN
Que uno vaya de niñas la primera vez, porque cuando se está en la mili un hombre debe conocer mujer, y se encuentre con que la moza que va a iniciarle es su propia hermana, es algo que sólo me ha ocurrido a mí. Y lo mejor es que cuando me entró en su cuarto y comenzó a desnudarse no la conocí, pues aparte de los años transcurridos, aquella tía rubia y pintarrajeada poco tenía que ver con la muchacha morena que yo guardaba en mi memoria. Pero el caso es que desde el principio la encontré un no sé qué familiar que me hizo permanecer quieto, mirándola embobado. Y ella, que tampoco me había conocido, y mal podía conocerme, pues yo era un crío cuando se fue, me dijo: "Vamos, desnúdate. ¿O es que te doy miedo?" Y fue por la voz por lo que la conocí, y más cuando se quitó la combinación y vi en su muslo derecho aquel antojo que tenía y del que decía mi madre que menos mal que le había salido en la pierna y no en la cara. Entonces ya no tuve la menor duda, así que me acerqué a ella y le dije: ¿Es que no me conoces, Amparito? Y ella, crispando la boca como la crispaba cuando se ofendía, replicó: "Qué dices tú de Amaprito. Yo soy Rosa". Mas sin hacerle caso, insistí: "¿Pero es que no me conoces, Amparo? Soy tu hermano Teo."
Entonces ella dijo "Teo" mientras me tomaba la cara con las dos manos y me miraba fijo, fijo. Después me dejó y se sentó en la cama y allí permaneció inmóvil su tiempo. Y aunque no soltaba ni una lágrima yo sabía que estaba llorando por dentro. Y era igual que la tarde aquella tan lejana en que se fue. Ella sentada, inmóvil, sin decir nada, sin moverse, mientras le gritaba mi hermano Alejandro. Sin decir nada, pero llorando por dentro.
Lo curioso es que padre también estaba callado. Y era Alejandro, mi hermano mayor, quien hacía todo el gasto. Y ahora, viéndola allí medio desnuda y sentada en la cama, recordaba aquella escena tan lejana como si fuese ayer.
_Vamos _gritaba_ di quién ha sido para que cumpla. ¿No quieres decirlo? Se habrá acostado la muy zorra con medio pueblo o con algún casado y por eso se empeña en callar. Menos mal que madre ya no vive para verte. Pero si sigues así, sin decir quién fue, ya sabes lo que te espera.
Le esperaba lo que a todas las mozas de mi pueblo que quedan preñadas y no tienen a nadie para responder. Irse. Nunca más supimos de ella ni nadie volvió a pronunciar su nombre.
Y ahora estaba allí, sentada en la cama medio desnuda y llorando por dentro. De pronto se levantó y, acercándose, fue y me dijo: "¡Ay, Teo! Mi Teo ya es un hombre. Un hombre que se dedica a ir con malas mujeres para gastarse el dinero y pillar lo que no tiene."
Y cuando le contesté, y aún no sé por qué, que era la primera vez que iba a una casa, me preguntó que si nunca había estado con una mujer. Denegué con la cabeza. Entonces ella acarició mis cabellos y dijo como para sí: "Con quién mejor que con la propia hermana."
La aparté de un empujón. Pero ella, con una sonrisa triste, me dijo: "¿Por qué no con el hermano, si antes ya lo hice con el padre? " Y al ver mi gesto de asombro, susurró. "Claro, tonto. Por eso estaba tan callado padre, y yo tenía que callar también."

2 comentarios:

Kafirun dijo...

Ella se llama Amparo, y alberga al padre y al hijo. El se llama Teo, e intenta resguardar lo que no conoció.

El silencio de algunas familias es el silencio que no conoció Edipo.

Besos

Atún Dormido dijo...

menos enigmático que el estimado kafirun, acá pensamos que está más que bien. de última, si en la natura eso no molesta a los animales, y si nos olvidamos de los problemas genéticos, creemos que lo importante de esa iniciación es haber perdido el miedo al cuerpo desconocido. ser atendido por aquella fémina de curvas familiares, sólo habrá liberado la carga del pánico, para dejar la carga de la verguenza. lo simple del pánico radica en la superación, y lo inefable de la verguenza estriba en la memoria ineluctable.
en fin, nosotros nos sumamos a la campaña de la blancura. saludos.